Nuestra compañera Rocío Pérez, responsable de metodología del área de Empleo y Emprendimiento, nos invita a reflexionar en este artículo en torno a la discriminación laboral que aún existe entre hombre y mujeres y cómo éstas últimas se ven obligadas a elegir entre su puesto de trabajo o ser madres. La corresponsabilidad en la crianza, afirma Rocío, es primordial para construir una sociedad igualitaria…
Lucía. 30 años. Mucho tiempo y dinero invertidos en su formación. En las entrevistas de trabajo le preguntan por su deseo de ser madre y ella contesta afirmativamente. Ve cómo su sinceridad le pasa factura y cómo a su pareja, Pablo, jamás le han hecho esa pregunta.
Noelia. 33. Sin intención de tener descendencia, pero está “en la edad” y su buen desempeño laboral no va acompañado de la promoción profesional que busca, “por si acaso le da por ser madre y tiene menos tiempo para la empresa”.
Merche. Ayer cumplió 43 años. Lleva 8 fuera del mercado laboral. Se le hacía cuesta arriba trabajar y encargarse en soledad del cuidado de sus hijas, de sus padres y suegros y de las tareas del hogar. Quiere volver a trabajar fuera de casa. Tantos años después nadie piensa contratarla, porque lleva mucho tiempo “sin hacer nada”. Para colmo se está planteando el divorcio.
En los programas de empleabilidad que impulsamos desde la Fundación Santa María la Real hemos tenido la oportunidad de conocer más de 10.000 historias de personas en desempleo. Más de la mitad son mujeres como Lucía, Noelia y Merche. Sus historias se repiten una y otra vez. Las historias de otras mujeres en desempleo no las hemos conocido, ya que han tenido que rechazar su plaza para poder cuidar a sus hijos, ante la falta de apoyo para la crianza.
La maternidad es un punto crítico a la hora de conseguir un trabajo, mantenerte y promocionar en él. Los expertos en materia laboral lo denominan “la factura de la maternidad”. Da igual la competencia profesional de las mujeres. Su trayectoria no se mide por su desempeño, como en el caso de sus compañeros. Años de inversión en tiempo y esfuerzo se van por la borda en el momento en el que las mujeres llegan a una edad en la que se preguntan si quieren tener descendencia. He aquí uno de los principales motivos que explican la discriminación laboral y, en consecuencia, la brecha salarial por sexo (37% en nuestro país).
Cuando nace una criatura, hay dos circunstancias que se protegen: la salud de la madre que da a luz y el cuidado del bebé. La primera es exclusiva de la madre. La segunda debe de ser una responsabilidad compartida. A la primera se la protege a través de 6 semanas obligatorias del permiso de maternidad (a pesar de que cada mujer precisa de unos tiempos diferentes para su proceso de recuperación). Al fundamento del “cuidado” responden las otras 10 semanas del permiso de maternidad (transferibles a la pareja si se desea), y el permiso de paternidad, hoy materializado en 5 semanas. Apenas en un 2% de las parejas se transfiere alguna parte del permiso de maternidad de la madre al padre para equiparar su implicación en los cuidados de la criatura.
Al buscar motivos solemos pensar en que “es natural que la mujer tenga un permiso más largo y se lo tome entero” por convencionalismos o por defensa de los postulados de la exterogestación, o “que la lactancia es la que marca esa decisión”. Sorprendentemente, en España sólo optan por la lactancia materna el 66% de las madres hasta los 3 meses y el 47% hasta los 6 meses de vida del bebé.
A día de hoy el debate político sobre los permisos está sobre la mesa. Contamos con dos posturas. Aquella que aboga por la equiparación de los permisos entre hombres y mujeres; y la que aboga por la ampliación del permiso de maternidad. La primera pone el foco en encontrar las fórmulas para que el mundo laboral se vea obligado a dar encaje a la crianza humana, en lugar de poner la maternidad al servicio de las exigencias del mercado. Solicita el aumento del permiso de maternidad. Defiende que ha de ser la madre quien pase más tiempo vinculada a la crianza, y que la parte transferible del permiso ya sirve para responder a la necesidad de las familias que quieran dar cabida a la figura paterna en la crianza.
La segunda considera que la transferibilidad es ilusoria ya que las mujeres no se plantean transferir una parte de su permiso, bien por falta de información, por tener muy interiorizado su rol de cuidadora principal, o por no contar con el apoyo de sus compañeros para involucrarse más en la crianza. Apunta que las mujeres son penalizadas profesionalmente incluso antes de ser madres, y que después de serlo sufren sobrecarga.
El debate no es sencillo. ¿Qué debemos hacer como sociedad? Lo ideal para el interés de los bebés a corto plazo es que su madre y su padre puedan pasar más tiempo con ellos, pero… ¿cuánto tiempo más y a qué precio? ¿quién le está pagando? Sabemos que el acceso a los ingresos económicos por trabajo es la principal vía para evitar la exclusión social (y la pobreza infantil).
¿Permisos más largos para las madres con las consecuencias laborales que ya conocemos, multiplicadas?; ¿Permisos con la duración actual pero iguales para padres y madres con un retorno más temprano de lo que nos gustaría al puesto de trabajo?
En todo caso sólo hay una cosa clara: la corresponsabilidad en la crianza es primordial para construir una sociedad igualitaria. El compromiso debe empezar por nosotros mismos en nuestro día a día. La conciliación en la empresa es el siguiente peldaño. La rentabilidad empresarial y social se daña cuando las políticas de personas impulsan medidas basadas en estereotipos, prejuicios, horarios inflexibles y culto al presentismo.
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