Un siglo puede parecer una eternidad o un chasquido de dedos. Hace 100 años vivían muchos de nuestros abuelos y se abría la primera línea del metro de Madrid, pero a la vez la esperanza de vida era tan solo de 43 años frente a los 83 actuales y la tierra estaba habitada por 1.750 millones de personas, mientras que hoy somos más de 7.500 millones. Por otra parte, es imparable el éxodo desde los pueblos y las aldeas a las grandes ciudades. Para el año 2050 se estima que casi el 70% de la población mundial vivirá en grandes entornos urbanos.

Estos cambios se han sustentado bajo una economía basada en el consumismo, en lo que muchos han denominado la sociedad del “usar y tirar”. Las consecuencias de esto en la contaminación y el deterioro del medio ambiente nadie las pone en duda, salvo algún miope despistado o aquellos cuyo interés económico particular les hace olvidar el interés general. Sin embargo, a la vez nos encontramos con una sociedad cada día más concienciada y dispuesta a trabajar para dejar un mundo mejor a las siguientes generaciones.  

En este marco, la Fundación Ressa lleva 10 años preocupándose por mejorar la calidad de vida de las personas que viven en los barrios y pueblos más desfavorecidos, prestando atención al significativo envejecimiento de la población. Con estos objetivos, surge el proyecto “Raíces de Barrio”, en colaboración con la Fundación Santa María la Real. Este proyecto  se inspira en modelos ya contrastados en países del norte y centro de Europa, que han conseguido fijar población rural creando puestos de trabajo de calidad, y renovar ciudades y pueblos a través de proyectos innovadores.  

En España existen más de 2 millones de personas que viven solas y que no han podido pisar la calle desde hace más de un año. Aunque existe una ley que obliga a proporcionar la accesibilidad universal desde 2013, actualmente existen más de 400.000 edificios de tres, cuatro y cinco plantas sin ascensor, lo que precisa una acción inmediata. Por otro lado, más del 60% de las viviendas españolas se construyeron antes de 1980 y tienen un aislamiento muy deficiente, por no decir pésimo, que contribuye a aumentar la pobreza energética y la contaminación. Estas viviendas requieren de una urgente rehabilitación, que debe ser planificada y gestionada para que pueda llegar a los más necesitados.

 

 

La buena noticia, es que los avances tecnológicos permiten reducir considerablemente los costes de instalación del ascensor, materiales de aislamiento y energías renovables, mejorando la viabilidad y eficiencia de la inversión. Adicionalmente, los organismos públicos están mostrando un compromiso firme con la causa.  El proyecto “Raíces de Barrio” propone un plan de rehabilitación sostenible de barrios y pueblos para la próxima década que, por un lado, deberá ser impulsado y facilitado por las administraciones públicas, dentro del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030 y acorde con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) 2015-2030, impulsados por Naciones Unidas y asumidos por la Unión Europea. Además, debe contar con una estrecha colaboración de la ciudadanía y del sector privado. Dichas alianzas son clave y la base del éxito.

Este Plan generaría más de un millón de puestos de trabajo, y muchos de ellos, en los colectivos más castigados como son los jóvenes y los mayores de 45 años. Este punto es especialmente relevante, ya que en la actualidad un 40% del empleo de los países de la OCDE está en riesgo por la automatización y las escuelas de formación profesional y universidades  son incapaces de formar en las competencias que requiere el mercado de trabajo.

Es la hora de la acción, de responsabilizarnos de los problemas que nos rodean, y de dar pequeños pasos con una mirada en el largo plazo para mejorar las cosas y la calidad de vida de las personas, de nuestro paisaje y de nuestro patrimonio. Intentemos dejar una huella libre de contaminación y de residuos para el planeta. En definitiva, se trata de dar pasos para mejorar el mundo y buscar sistemas de colaboración que conecten personas y organizaciones que estén andando este camino con aquellas que quieren también hacerlo.

Basta ya de mirar para otro lado y de paralizarnos por fatiga informativa. Caminemos hacia una mayor cooperación entre todos, sobre las bases de lealtad, tolerancia y respeto. Pero la gestión de la influencia que lo privado (empresas, entidades y sociedad civil) tradicionalmente ha ejercido y sigue ejerciendo sobre lo público (Comunidades locales, Comunidades Autonónomas y Estado) necesita ahora de un espacio intermedio o mixto, donde se imponga una leal colaboración privada y pública. Es aquí donde una gran alianza asociativa entre entidades sin ánimo de lucro jugaría un papel muy positivo. Para conseguirlo, necesitamos metas compartidas por todos que definan con mucha claridad los “porqué”, y donde la pasión por intentar dejar un mundo mejor a las siguientes generaciones nos empuje a mirar los problemas de frente. Por ello, os animo a compartir estas ideas, ya que la acción es la llave fundamental para llegar a la meta y de este modo mucha gente pequeña, en lugares pequeños y haciendo cosas pequeñas, conseguiremos un gran cambio global. 

 

Un artículo de Ángel Catena, presidente de Fundación Ressa y patrono en Fundación Santa María la Real

 

IMÁGENES: Fotografías de varios pueblos de Soria y Palencia. Archivo FMSLR (Marce Alonso)