El oficio de futurista es muy arriesgado pues generalmente no se cumplen los vaticinios salvo que sean muy ambiguos. A pesar del posible error en las predicciones conviene levantar la cabeza del tajo y pensar sobre qué nos deparará el futuro.
Los que participamos activamente en esta área debemos preguntarnos si nuestro trabajo tiene causa y futuro. El tercer sector es ese que ofrece lo que otros no dan y carga con la responsabilidad de satisfacer necesidades sociales de gran relevancia. Agrupa a miles de organizaciones con diversa forma jurídica que actúan en muchos ámbitos como la educación, la lucha contra la pobreza, la integración social, la cultura, el patrimonio, la promoción del empleo, la acogida de personas o la conservación de la naturaleza. Su importancia es enorme, simplemente en lo social aporta 1% del PIB de España, contrata a 400.000 personas y debe atender a 12 millones en riesgo de exclusión, según los datos del estudio publicado por PWC, ESADE y Obra Social la Caixa.
Ahora que enfilamos ya el cambio de década hay razones por las cuales surge la duda sobre el futuro de este movimiento. En primer lugar, la antigüedad de la mayoría de las organizaciones ronda los 30 o 40 años. Surgieron a la par que se estrenaba la democracia en un contexto ideológico de activismo y reorganización de la sociedad y de aparición de necesidades no atendidas. Hoy esa efervescencia no es tan evidente y el individualismo parece más patente.
El catedrático de economía Oriol Amat afirma que la vida media de las empresas en España es de 10,3 años así que podemos decir que, comparativamente, el tercer sector es longevo. Probablemente porque las causas sociales que atiende se prolongan en el tiempo. Pero esta longevidad viene acompañada por una serie de efectos que generan distorsiones: para que las entidades de economía social crezcan, se profesionalicen y consoliden necesitan entre 10 y 20 años. Estos periodos largos hacen que su liderazgo impulsor permanezca en el tiempo impidiendo en algunos casos el surgimiento de nuevos líderes. La focalización en el trabajo cotidiano dificulta que el empuje inicial se mantenga y languidecen o quedan anticuadas.
Siempre encontraremos necesidades sociales desatendidas que van cambiando. El reto de resolver emergencias, de facilitar la inclusión o de promover la cultura está presente en nuestro día a día. Pero la sociedad ha evolucionado en estos últimos 40 años. En la próxima década los avances tecnológicos, los problemas ecológicos, las migraciones y los cambios demográficos requerirán nuevas soluciones. El tercer sector debe anticiparse para no dejar sin respuesta a millones de personas.
El tamaño de las organizaciones es clave para mejorar la capacidad de reacción y actuación. Las entidades pequeñas tienen más dificultades para cumplir sus fines sociales con continuidad y calidad. El equilibrio entre profesionalización y voluntariado sólo puede ser efectivo en instituciones con un tamaño y una capacidad económica razonables. Las crisis de 1993 y de 2008 han impactado en la labor social poniendo en entredicho la capacidad económica e independencia financiera del sector.
La respuesta a las necesidades sociales del tercer sector debe ser complementaria a la de administración y empresas privadas. No debemos cargar de forma heroica con los problemas sociales. En las últimas décadas el modelo de colaboración de la Administración con el tercer sector, basado en las subvenciones, ha reducido la capacidad crítica, de maniobra y la independencia económica de las organizaciones. La carencia de buenos incentivos al mecenazgo hace que la población civil y las empresas privadas no contribuyan de forma activa y la dificultad de estas organizaciones para generar sus propios fondos impone esa dependencia del altruismo ajeno o de las ayudas públicas. La crisis ha traído el deterioro del estado del bienestar y un empobrecimiento de las clases medias por lo que más personas demandan soluciones.
Se intuye, por tanto, una década de cambios en los que habrá una extinción importante de entidades que quizá no se acompañe de una renovación vigorosa. Las que hoy existen deberán afrontar el reto de la adaptación a las nuevas demandas sociales y a la transformación digital. Se encontrarán con las necesidades de nuevas generaciones distintas de las anteriores, con una sociedad intercultural y con graves desequilibrios demográficos y territoriales. También deberán colaborar en la lucha contra el cambio climático que probablemente se convierta en un foco de atención prioritario. Deberán cambiar la forma en la que se han gobernado hasta ahora, potenciando la participación social, el compromiso ideológico y la creatividad, la renovación de las estructuras internas, la independencia y solvencia económica. Y tendrán que teñirse de verde las que no lo sean ya. Causas sociales hay muchas y la oportunidad para el tercer sector es clara: manteniendo la conexión entre lo público y lo privado, compensando las debilidades de uno y otro, y satisfaciendo con agilidad e impacto social las demandas de millones de personas. Es el momento de transformar al tercer sector para crear un futuro más justo.
Gumersindo Bueno Benito, director del área de proyectos de la Fundación Santa María la Real
IMÁGENES: Paisaje de la Montaña Palentina y dinámica desarrollada en el marco del programa Lanzaderas de Empleo. Archivo FSMLR_Marce Alonso
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