Son muchos los que piensan que el futuro de la humanidad depende, en gran medida, de la planificación y la gestión eficaces de los recursos disponibles. Algunos, hablan ya de  ecoeficiencia. Pero, qué es y hasta qué punto es aplicable a ámbitos como el del patrimonio. Según el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible la ecoeficiencia es la relación entre el valor de un producto o servicio y el coste ambiental que ha implicado su producción. ¿Pueden los bienes patrimoniales ser ecoeficientes? Cualquier edificio, independientemente de la época en la que fue construido, puede mejorar y minimizar su huella ecológica con una correcta gestión.

Desde el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) van un paso más allá y redefinen el concepto de patrimonio ecoeficiente en su programa Patrimonio Vivo para referirse a aquel que promueve la reutilización y reciclaje de la infraestructura patrimonial para responder a necesidades urbanas actuales. En definitiva, si un bien patrimonial es, por sí mismo, un recurso fundamental,  como la madera o el agua estará sujeto a posibles desgastes e incluso abocado a la desaparición, si no garantizamos su correcta gestión y conservación preventiva.

En la Fundación Santa María la Real conocemos múltiples ejemplos de buenas prácticas que nos dicen que, efectivamente, es posible un patrimonio ecoeficiente. A veces, simplemente con efectuar un cambio en la tarifa de luz o sustituyendo sistemas analógicos por LED podemos reducir la huella ecológica y minimizar el gasto en un edificio histórico. Pero, las nuevas tecnologías nos ofrecen muchas más posibilidades y nos demuestran que la conservación del patrimonio es estratégica y constituye un factor fundamental para conciliar el crecimiento urbano y la calidad de vida de sus habitantes.

No son pocas las entidades, empresas e instituciones que ya están apostando por ello. Sin ir más lejos, el proyecto SHCity que logró transformar Ávila en una verdadera ciudad patrimonial inteligente, mediante el diseño de una plataforma tecnológica que permite a los técnicos del ayuntamiento conocer en todo momento el estado en el que se encuentra el conjunto histórico declarado Patrimonio de la Humanidad, para detectar problemas y planificar acciones de mantenimiento que eviten el deterioro de los monumentos. La acción se completó con una aplicación para turistas y con la instalación de varios paneles interactivos para invidentes.

 

 

Otros ejemplos son el Plan de Intervención Románico Atlántico, promovido por la Junta de Castilla y León y Fundación Iberdrola España, que apuesta por afianzar las bases de un crecimiento socio-económico sostenible del territorio, partiendo de las personas que lo habitan, su patrimonio cultural y su entorno natural.  Las actuaciones llevadas a cabo sobre los edificios románicos son integrales, y van desde la rehabilitación, a la adecuación de los entornos, pasando por la renovación de las instalaciones eléctricas para garantizar la eficiencia a la vez que se refuerza su valor patrimonial y se incorporan actuaciones de monitorización ambiental para optimizar su conservación preventiva.

En el ámbito de la administración, el gobierno regional junto con las diputaciones provinciales está liderando el diseño de una plataforma de gestión inteligente de servicios públicos para las administraciones locales, que no olvida el patrimonio y que incorpora ejemplos tan emblemáticos como la Villa Romana de La Olmeda en Palencia.  Cada una de estas experiencias deja claro que la aplicación del trinomio ecoeficiente-patrimonial-inteligente (EPI) que defiende el BID es una oportunidad para mejorar la gestión de cualquier ciudad o territorio, optimizando y facilitando la calidad de vida de las personas que lo habitan, sin poner en riesgo su patrimonio cultural. Pero, aún debemos afrontar varios retos. El primero es entender que las personas son lo más importante y, por lo tanto, no podemos actuar en el patrimonio, sin tener en cuenta a quienes le dan vida. La tecnología ha de ser la herramienta y no el fin para lograr un patrimonio accesible, eficiente, inclusivo y vivo.

 

 

 

El segundo reto es afianzar el apoyo institucional y dejar de considerar la cultura como “la María” en las labores administrativas. El patrimonio, la Cultura, no podrán ser eje ni recurso de futuro hasta que no les demos la importancia que merecen y no es poca: España es el tercer país con más sitios declarados Patrimonio Mundial por la UNESCO. Solventado y aclarado este aspecto, será necesario concienciar a todos: gestores, técnicos, propietarios, ciudadanos de la necesidad de contar con un patrimonio ecoeficiente para lograr una ciudad inteligente. Finalmente, para que la tecnología pueda prestarnos todos sus beneficios, es necesario entender, que, en numerosas ocasiones, la gestión de la información habrá de ser compartida, garantizando la seguridad, en aquellos aspectos que así lo requieran, pero facilitando el acceso a los datos, al conocimiento para saber de modo preciso el impacto de la ciudad sobre bien patrimonial y, viceversa, para conocer el del patrimonio en las actividades socioeconómicas de la urbe o territorio. El patrimonio es pasado, sí, pero también presente y si logramos que sea ecoeficiente e inteligente es, sobre todo, futuro.

 

Un artículo de Begoña García, directora del área de Conservación del Patrimonio