Miguel Sobrino, escultor, escritor y profesor de la Universidad Politécnica de Madrid, cerraba esta mañana el décimo taller didáctico del románico, organizado por la entidad, con una intervención en la que ha desvelado algunas curiosidades y aspectos poco conocidos de las catedrales y los monasterios.
Las jornadas formativas han contado con la participación de 55 alumnos, que a lo largo de cuatro días han analizado, in situ, a pie de monumento, los monasterios, canónicas y parroquias medievales, desde una perspectiva multidisciplinar.
El taller didáctico da paso al curso de Las Claves, centrado este año en el arte y la sexualidad en los siglos del románico, que contará con más de un centenar de alumnos.
Miguel Sobrino, colaborador habitual de la Fundación Santa María la Real, arrancaba esta mañana su intervención en el refectorio del viejo monasterio premostratense de Aguilar de Campoo, explicando que tanto las catedrales como los monasterios, pese a haber sobrevivido a lo largo de los siglos y al paso del tiempo, tienen su origen en el románico. En el tono didáctico y cercano que le caracteriza, durante dos horas, Miguel ha ido hilvanando retazos de historia en un discurso centrado en las curiosidades y aspectos menos conocidos de estos emblemáticos edificios.
Así, por ejemplo, comparaba las catedrales medievales con los foros romanos, “espacios llenos de vida”, que con el paso del tiempo han ido perdiendo parte de su “funcionalidad” y su “significado”. Recordaba, en este sentido, que hasta no hace mucho, la vida en las ciudades transcurría en torno a la catedral, que era centro de poder político, lugar de reunión para los gremios de artesanos, espacio para la celebración de fiestas y mercados; aula para clases de Teología o centro para impartir justicia y dirimir litigios.
Cada una de las curiosidades que ha ido desgranando se ha visto ilustrada por un ejemplo concreto como el de la catedral de Palencia que llegó a acoger encierros y sueltas de toros. Y, es que, tal y como explicaba Sobrino, la celebración de fiestas y mercados era algo “habitual en las catedrales”. En algunos casos, como el de la seo de Valencia, el cimborrio se concibió en origen como una auténtica “caja escénica” y llegó a ser tal la magnitud de los espectáculos allí celebrados que en más de una ocasión, acabaron en incendio, hecho que motivó su prohibición.
Otras como las de Santiago de Compostela o Sevilla, albergaron mercados en sus claustros y algunas como la de Segovia, contaban con un edificio anexo, destinado a que los canónigos pudiesen ver cómodamente los toros mientras degustaban un buen tazón de chocolate caliente. La Capilla del Santo Cáliz de Valencia conserva aún la esencia del aula que fue en tiempos, con púlpito para el profesor y bancos perimetrales para los alumnos. Y en León y Sigüenza todavía se observan detalles de lo que fueron los espacios destinados a impartir justicia.
Son tan solo algunas de las muchas curiosidades con las que Miguel Sobrino ha ido tejiendo un discurso en el que también ha habido tiempo para hablar de aspectos insólitos de la construcción medieval. Comentaba, por ejemplo, que, aunque, hoy por hoy, nos resulte “sorprendente”, quienes construían las catedrales, lo hacían en muchos casos “sin saber cómo iban a resolverlas” y “confiando en la providencia” para poder acabarlas. De hecho, explicaba que “no manejaban alzados, ni secciones”, por lo que la ejecución solía ser “muy flexible” y estaba sujeta a la “improvisación”.
Una de las cuestiones que mayores problemas y quebraderos de cabeza ocasionaba a los maestros arquitectos era la altura del edificio. En Palma de Mallorca, por ejemplo, la catedral se cayó en varias ocasiones, pero los constructores no cejaron en su empeño hasta alcanzar la cota deseada.
La muerte de la catedral
La intervención de Sobrino finalizaba con una invitación a la reflexión en torno a la “muerte de la catedral”, que ha perdido su esencia y su significado por la evolución de los propios Cabildos, pero también “por nuestra inanición y por restauraciones poco adecuadas”. Defendía, igualmente, que el turismo es compatible con la pervivencia de las catedrales, pero criticaba la “mercantilización” y excesiva “perversión”, a la que, en ocasiones, se ven abocados estos templos, poniendo como ejemplo la catedral de Burgos.
La charla ha servido como cierre al décimo taller didáctico del románico, en el que han participado 55 alumnos que, durante cuatro jornadas, guiados por historiadores, arquitectos y arqueólogos, se han acercado a un conjunto de edificios románicos que, en su día, formaron parte de complejos monumentales o comunidades monásticas. El taller dará paso mañana al curso de “Las Claves del Románico”, que contará con la participación de un centenar de alumnos y que se centrará en analizar el “arte y la sexualidad” en los siglos del románico.
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Un artículo de Carmen Molinos, directora de Comunicación en FSMLR
IMÁGENES: Instantes previos a la intervención de Miguel Sobrino. Archivo FSMLR
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