Érase una vez un país lleno de tesoros en el que cada habitante pensaba que lo único era lo suyo, pero ni siquiera era consciente de su valor hasta que otros vinieron a contárselo. Ese ímpetu por luchar únicamente por lo suyo provocaba tres cosas: que no cuidara de ello, que no viera más allá de sus narices, y que fuera incapaz de tener una visión de conjunto que le permitiera progresar. Un buen día la belleza deslumbró a esos hombres y mujeres, haciéndoles conscientes de que su identidad iba más allá de sus pequeños límites. Esa luz hizo que pudieran ver lo mucho que tenían alrededor, que recordasen de dónde venían a través de sus viejos edificios, de los ecos del pasado. Su nueva percepción causó una reacción en cadena que les permitió seguir adelante y conseguir alas para alcanzar un bienestar y un futuro común sin olvidar el pasado.
Cuando recorremos cualquier lugar de España, cuando paseamos por nuestro pueblo, por nuestra ciudad, casi a cada paso podemos apreciar la grandeza de nuestra cultura. Debemos ser conscientes de lo que tenemos, aportar medios para conocerlo y fondos para mantenerlo y, sobre todo, no debemos perder la ilusión por seguir luchando para conservarlo. Buscamos Amigos, personas comprometidas, que crean que merece la pena el patrimonio cultural, unido indisolublemente al social, que lo habita y le da vida, y al natural, que lo cobija. Amigos que entiendan que lo nuestro es de todos y vale mucho, que las obras artísticas de nuestro pasado y de nuestro presente nos necesitan, porque de ellas depende que seamos capaces imaginar y construir un futuro mejor. Sin nuestro apoyo caerán inexorablemente viejas piedras, pero también artesanos, restauradores, historiadores, arqueólogos, músicos… Y con ellos caeríamos todos, porque un mundo sin cultura es un mundo vacío.
En la Fundación Santa María la Real tenemos claro que, como bien apuntaba Emily Dickinson, “todo mi patrimonio, son mis amigos”, por eso llevamos años apostando por tejer redes de Amigos, de personas comprometidas con el patrimonio. A lo largo de este tiempo hemos logrado el respaldo de más de un centenar de empresas y entidades. Firmas que apoyan mediante una pequeña o gran aportación económica, empresas que no solo respaldan nuestra labor, sino que también contribuyen con su trabajo al mejor mantenimiento y conservación del patrimonio. Junto a ellas miles de amigos, de ciudadanos, de personas individuales, que, como tú, que ahora lees este artículo, han decidido apostar por la cultura y el patrimonio, convirtiéndose en pequeños mecenas.
Ellos, vosotros, sois el alma de esta institución. Muchos se embarcaron en esta aventura hace años, como alumnos de nuestros cursos, como participantes en alguno de los concursos escolares que hemos promovido a lo largo del tiempo y hoy continúan colaborando con nosotros. Personas que nos animan a seguir trabajando en la misma línea, a seguir apostando por la educación patrimonial. Amigos como la madre de Lucía Rivero, una de las ganadoras del concurso Piedras Preciosas que, desde San Esteban de Gormaz, nos escribía “en estos tiempos donde la despoblación y el abandono de nuestros pueblos, es una triste realidad, a través de vuestro concurso hemos podido abrir una ventana a nuestra comunidad y al resto del mundo, desde la que mostrar nuestras piedras más preciosas, nuestros niños, ellos son el futuro y tenemos que transmitirles que nuestro patrimonio, por pequeño que sea, es parte de nosotros.”
No solo restauramos, conservamos o difundimos, también llenamos de vida el patrimonio, con nuestros viajes, cursos, rutas e incluso conciertos. Tejemos redes de amigos, que nos permiten conectar a la sociedad, con profesionales del mundo del patrimonio y de la cultura en general. Personas como la cantante Sheila Blanco quien en uno de nuestros conciertos aseguraba que “a veces la vida te brinda una oportunidad única de hacer lo que más te gusta en uno de los lugares más mágicos del mundo. Eso fue lo que nos ocurrió a mi querido pianista, Pablo Ruiz y a mí, que formamos Duette, cuando las piedras del Patio de Escuelas Mayores de nuestra Salamanca natal nos escucharon interpretar nuestros temas favoritos junto a casi 1000 almas que guardaron un silencio tierno y atento.”
Fortalecer y trascender la vida de las piedras es tarea de quienes las admiramos y para alcanzar nuestra meta necesitamos conocer todo de ellas, mirarlas desde perspectivas nuevas, buscar su esencia y llegar a enamorarnos para luchar por su conservación, tejiendo redes de amigos, que las defiendan como parte de nuestra esencia, de nuestro pasado, presente y futuro.
Un artículo de Lucía Garrote, directora de la revista Patrimono en área de Turismo y Cultura Fundación Santa María la Real
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