La arquitectura bebe de la naturaleza tanto en formas como en conceptos. En uno y otro campo, hay abrazos que matan o que, por el contrario, envuelven sin ahogar para crecer al unísono y en armonía.
Existe un arbusto conocido como higuera estranguladora, una planta parásita que inicia su crecimiento en las copas de los árboles y que, poco a poco, va descendiendo, enroscándose cual serpiente en su huésped y estrangulándolo hasta asfixiarlo, en un proceso lento, agónico, que puede llegar a durar siglos.
Habitualmente el árbol atrapado por la higuera estranguladora queda condenado a perecer en su absorbente abrazo. Pero, la muerte del anfitrión no siempre está cantada. Si éste es fuerte y soporta el abrazo, las lianas de la higuera pueden tocar tierra y comenzar a alimentarse directamente de ella. Si la tierra es rica y hay nutrientes suficientes, ambos pueden sobrevivir ayudándose a crecer mutuamente o, incluso llegar a independizarse. Sucede en pocas ocasiones, pero cuando ocurre, genera un auténtico espectáculo visual, un laberinto de troncos, una arquitectura natural compleja y enriquecedora.
En el ámbito de la arquitectura, el urbanismo y el diseño también existen los parásitos, de hecho, se habla de arquitectura parasitaria, como aquella que necesita sustentarse en otra preexistente para poder sobrevivir. Ahora bien, al igual que ocurre con la higuera y su huésped, la arquitectura parásita puede matar al anfitrión o enriquecerlo.
Lo mata, lo asfixia, cuando lo oprime, tanto, que acaba por ahogarlo. Cuando el impacto visual es tal, que lo único que vemos es al parásito y no al huésped. Lo enriquece cuando ambos conviven en armonía, cuando no pueden ser el uno sin el otro, cuando aún siendo independientes parecen uno solo, cuando funcionan bien juntos o por separado…
Como en la naturaleza este fenómeno es complejo y ocurre en contadas ocasiones, porque la línea que separa el abrazo mortal del abrazo envolvente es extremadamente delgada y se estrecha aún más cuando se trata de intervenir en edificios históricos. Ejemplos tanto de unos como de otros abrazos hay miles. Los arquitectos, eso sí, están obligados a hacer que el abrazo envolvente y enriquecedor prevalezca en cada uno de sus trabajos y muy especialmente en edificios de interés patrimonial o histórico. Espacios que, en ocasiones, son apenas una sombra de lo que fueron y que no solo renacen de la mano de la nueva arquitectura, sino que miran de frente y gracias a ella al futuro.
Un artículo de Jesús Castillo Oli, arquitecto, y Carmen Molinos, periodista. Fundación Santa María la Real del Patrimonio Histórico
IMÁGENES: Fotografías facilitadas por el estudio de Jesús Castillo Oli de una vivienda unifamiliar ubicada en Pomar de Valdivia y la intervención realizada sobre los restos del Palacio de Enrique IV en Segovia.
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