5G y empleo verde, ¿trampolín o puntilla para el mundo rural?

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Los drones han comenzado la siembra en las llanuras cerealistas de Castilla y León. En los Montes Universales el transporte sin conductor posibilita la asistencia a la escuela de los hijos de los nuevos pobladores. En Valencia de don Juan el clúster local de fabricación aditiva exporta piezas de automóvil a 15 países.

¿Se imaginan empezar la mañana con estas noticias en los periódicos digitales? Hoy esto no existe, pero puede ser una realidad cotidiana en pocos años. La tecnología que lo posibilita ya está desarrollada, pero no despega porque requiere del manejo de ingentes cantidades de datos. Los avances tecnológicos pueden contribuir a consolidar lo que muchos han dado en llamar “empleo verde”. Y aunque en los territorios rurales, que es donde más se practica, aún no hagan uso de esta terminología, su supervivencia depende en gran medida de ella y de su conjunción con los avances tecnológicos.

¿Qué es el empleo verde? Sin duda, si preguntan en cualquier pueblo de nuestra geografía pocos sabrán responder a la pregunta, quizá, se queden mirándole como “las vacas al tren” e igual hasta le sueltan un “para empleo verde, el mío” y, razón no les falta, porque cuando hablamos de empleo verde, nos referimos a aquel que es respetuoso con el medio ambiente, que aboga por cuidarlo y por preservar el entorno en el que se encuentra, como hacen día a día, desde tiempo inmemorial, con mejor o peor fortuna, quienes han optado por vivir en territorios rurales.

El empleo verde abarca desde el tratamiento y la gestión del agua, a la de residuos, la protección de espacios naturales y de la biodiversidad, la gestión forestal sostenible y, ¿quién sabe más de ello que el que durante años lo ha practicado, ha cuidado el monte porque daba de comer a su ganado, le calentaba en invierno y le facilitaba recursos para paliar enfermedades, para ir tirando, e incluso para ofrecer a sus hijos un futuro más próspero? También entran en este catálogo verde el turismo rural, la educación y formación medioambiental o nuevos sectores emergentes como la movilidad urbana, las energías renovables, la eficiencia energética o la agricultura ecológica y de nuevo, ¿quién mejor que los abuelos que han transmitido a sus hijos y nietos el respeto por los cultivos, el bosque y los animales, quienes, a base de refranero, les han enseñado la importancia del tiempo y la luna a la hora de sembrar, segar e incluso afrontar la matanza del cerdo, quién mejor que ellos para hablar y actuar en clave verde?

 

 

Necesitarán, sí, de apoyo, de un cambio de mentalidad y, sobre todo, de un buen aprovechamiento de las nuevas tecnologías. Para que el sueño o la utopía –pensarán muchos– con la que abríamos este artículo se cumpla, es preciso remover conciencias, superar complejos y, sobre todo, mejorar las telecomunicaciones y lograr que los datos fluyan a velocidades muy superiores a las actuales. El denominado 5G, ya en pruebas, puede ser la clave: posibilitará conexiones en movilidad de 100Mbps y 10Gbps en conexiones fijas –para que me entiendan, podrán acceder a la información o comunicarse en un suspiro o en un pestañeo, que diría aquel–.

Pensarán que si hoy el 4G no llega a todos los sitios, al 5G ni se le espera en muchos pueblos de España. Esta tecnología es la última oportunidad para el mundo rural. Si no existe un despliegue y cobertura completa 5G de las zonas rurales, el futuro sólo podrá ser urbano.

No deben parecer apocalípticas estas afirmaciones, son realistas. El 5G simplemente es la tecnología de comunicación necesaria para desplegar el “Internet de todas las cosas” (IoT), los sistemas robotizados y los nuevos servicios de salud, administración electrónica y apoyo a la vida independiente digital.

El mundo rural debe aprovechar estos avances para contar con los servicios de los que hoy no dispone: la gestión de bosques, espacios naturales, de plantaciones y cosechas requiere de un despliegue de sensores que permitirán la prevención de incendios, plagas y otros riesgos, el riego inteligente ahorrando energía y agua, la cosecha en el momento óptimo, el manejo de drones y vehículos autónomos, etc.

 

 

Pero también dotará a las personas que decidan vivir en un pueblo de la movilidad, la vida independiente asistida y la conexión ubicua que necesitan para lograrlo. No se entiende hoy en día una vida aislada, sin comunicación con otros. Las tecnologías permiten mantener el contacto, si no físico, virtual de tal manera que la sensación de aislamiento es menor. Es más, la tecnología puede permitir a muchos vivir en entornos rurales de manera habitual si el teletrabajo se sostiene con una buena conectividad para asegurar la transferencia de información, la comercialización de productos y si los servicios básicos como la telemedicina o la administración telemática son accesibles. También el sector del turismo rural depende de esta tecnología pues el turista quiere estar conectado en todo momento para disfrutar y compartir sus experiencias.

La brecha digital que causó el despliegue del 2G, 3G y 4G, a pesar del objetivo de la UE de conseguir una cobertura digital ubicua de 30Mbps en 2020 puede superarse con la tecnología 5G siempre que se cubran las zonas de sombra hoy existentes. El empleo de los próximos años estará estrechamente unido a la transformación digital de los sectores productivos en España. Es ahora cuando las administraciones deben poner en marcha estrategias de cobertura total de la banda ancha en las zonas rurales cubriendo la falta de interés de las compañías de telecomunicaciones. Es el momento para que los pueblos pasen a ser prioritarios, si queremos evitar que se despueblen, que desaparezcan. Si no asumimos esa responsabilidad, la brecha digital se transformará en un apagón y acabaremos con los territorios rurales y con nuestro mundo verde, ¿estamos dispuestos a consentirlo?

 

Un artículo de Gumersindo Bueno y Carmen Molinos, directores de las áreas de Proyectos y Comunicacíón en Fundación Santa María la Real

 

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